El cambio real requiere cuestionar los sesgos culturales: que se valore su trabajo igual que el de un hombre, que se les pregunte menos «¿quién cuida a tus hijos?» y más «¿cómo puedo apoyar tu proyecto?»
Por Alicia Isabel Acuña Galleguillos, periodista
Emprender no es fácil, pero cuando se es mujer, el camino está plagado de obstáculos adicionales. Desde estereotipos de género hasta dificultades financieras, las mujeres que deciden iniciar sus propios negocios enfrentan barreras que sus pares masculinos rara vez experimentan en la misma medida. Y aunque la maternidad añade capas de complejidad, incluso quienes no son madres deben luchar contra prejuicios sistémicos que frenan su crecimiento.
1. Acceso limitado al financiamiento
Uno de los mayores desafíos es conseguir capital. Según estudios, las mujeres reciben menos del 10% de la inversión destinada a emprendimientos, en comparación con los hombres. Los inversionistas suelen mostrar sesgos inconscientes, cuestionando su capacidad de liderazgo o la escalabilidad de sus proyectos. Además, muchas emprendedoras carecen de garantías patrimoniales para acceder a créditos, lo que limita sus oportunidades desde el inicio.
2. Estereotipos y falta de credibilidad
En sectores tradicionalmente masculinos —como tecnología, construcción o manufactura—, las mujeres enfrentan escepticismo. «¿Será capaz?» es una pregunta que ronda en reuniones con clientes, socios o proveedores. La autoridad de una emprendedora suele ser puesta en duda, obligándola a demostrar constantemente su valía, mientras que un hombre en su posición suele recibir el beneficio de la duda.
3. Doble jornada y carga mental
Aunque no todas las emprendedoras son madres, la expectativa social sigue asociando a las mujeres con roles de cuidado. Quienes deciden dedicarse a sus negocios a tiempo completo suelen ser juzgadas por «descuidar» otros aspectos de su vida. La presión por equilibrar el trabajo con responsabilidades domésticas —incluso cuando comparten hogar con una pareja— agrega un estrés adicional que pocos hombres emprendedores conocen.
4. Redes de contacto y mentoring desigual
Los círculos empresariales y de inversión están dominados por hombres, lo que dificulta que las mujeres accedan a redes de apoyo clave. Eventos de networking suelen ser espacios donde se refuerzan dinámicas excluyentes, desde bromas sexistas hasta la invisibilización de sus aportes. Sin mentoras o aliadas en puestos de poder, muchas terminan renunciando por falta de guía.
5. El techo de cristal en el ecosistema emprendedor
Incluso cuando logran levantar sus negocios, las mujeres encuentran dificultades para escalar. Las grandes rondas de inversión suelen privilegiar equipos masculinos, y en las mesas directivas su voz sigue siendo minoritaria. Además, persiste la brecha en reconocimiento: mientras un hombre es «visionario», una mujer es «arriesgada» o «emocional».
¿Hay soluciones?
Algunos países han implementado políticas para cerrar estas brechas, como fondos exclusivos para emprendedoras, capacitaciones en liderazgo o cuotas en programas de aceleración. Sin embargo, el cambio real requiere cuestionar los sesgos culturales: que se valore su trabajo igual que el de un hombre, que se les pregunte menos «¿quién cuida a tus hijos?» y más «¿cómo puedo apoyar tu proyecto?».
Mientras tanto, las emprendedoras siguen abriéndose paso con resiliencia, reinventando las reglas de un juego que nunca fue diseñado para ellas. Su éxito no es solo personal, sino una grieta necesaria en un sistema que todavía las subestima.